Una mujer fallece. No hay tragedia, es una muerte natural. No hay viudo, ni hijos huérfanos, es una mujer soltera. Cuando entran a su casa en La Victoria, hayan lo que había atesorado durante años: pilas y pilas de fotonovelas. Para ella, la llamada tía solterona de la familia, esas revistas eran la puerta de entrada para fantasear y vivir otras realidades dentro de cuatro paredes. Para el resto de sus familiares, sin embargo, solo eran rumas de papeles a echar a la basura. Y eso fue lo que ocurrió. Tan triste como suena. El caso de esta fanática, ocurrido en la década del 90, revela —sin exagerar— cómo ha sido el devenir de la fotonovela en el Perú: un género con un público cautivo en los años 60 y 70 y que, con el correr del tiempo, fue quedándose desamparado, sin la oportuna y casi efímera industria peruana que los alimentó de forma continua, más aún tras el gobierno de Velasco, que prohibió el ingreso de revistas extranjeras como las fotonovelas mexicanas. Y sobre todo, su caso muestra cómo fue y es percibida para una gran mayoría la fotonovela en nuestro país: un género menor, casi deleznable, algo de lo que hay que olvidarse, o tomárselo como entretenimiento.
Para gran parte de los productores, guionistas, actores y artistas que trabajaron en ese momento fue así, un género menospreciado, nadie la tomó en serio, pero sí los que la consumían.
En lo que concierne al plano estético de las fotonovelas, destacaba la estética kitsch en el diseño, que iba de la mano con el melodrama. Alguna veces, más extremo, con colores chirriantes en su portada, ya que su contenido era predominantemente en blanco y negro. Otras veces, con un lenguaje más sofisticado, se alimentaba de la psicodelia propia de la época. También estaba el aspecto sociológico y antropológico. Se podía por ejemplo delinear el perfil de la mujer de esas épocas. Al inicio sumisa, luego heroína, luchadora por la pareja y la familia. Para los sectores más bajos, había una temática más dramática y para los más altos, más rosa, como Corín Tellado.
Arriba: Sonia Oquendo, Adolfo Chuiman y Silvia Gastello
(«Cita con el Amor», 1976).
El público estaba conformado por mujeres solteras, empleadas del hogar y amas de casa. Pero también había fotonovelas para los varones, con contenido más pornográfico. Dentro de ese abanico de revistas, aparecían “Caricia de Amor”, “Cita” (que parte en México), “Historia de amor”, “Elvira” (de la actriz Elvira Travesí), “Romance”y “Éxtasis”, donde sobresale la fotografía de Emilio Hernández Saavedra, artista plástico que integró el reconocido colectivo Arte Nuevo. Las viñetas, con una estética pop, iban más allá de la historia, sobreviven y resaltan por su propio registro.
Los artistas, a diferencia de lo que pasó con los afiches en la época de Velasco, repudiaban este género, lo menospreciaban. Mientras los artistas pop norteamericanos se nutrían de fotonovelas, como Lichtenstein de «Susy, secretos del corazón» o Warhol, acá nadie se enganchaba con la cultura de masas. Era mal vista.
Para el artista peruano la fotonovela no era parte de su imaginario, y ese divorcio viene del rechazo de la izquierda por este tipo de cultura.
Arriba: Aurora Aranda y Silvio Mayo («Historia de amor», 1976).
Pero para rastrear el fin de la fotonovela en el Perú, habría que partir primero con el origen. Los artistas Daniel Contreras y Sophia Durand la fechan en la década del 50. Sin datos precisos, solo armados con un reducido grupo de revistas del 54 y testimonios que recogieron. Después, en los años 60 y 70, como ocurre con el resto de América Latina, se da un boom de estas historias visuales que tiene en la fantasía y el morbo, sus principales recursos para ganar lectores, al despertar deseos reprimidos por la época, más allá de los personajes estereotipados que se hacían cercanos.
En el país, tal como afirman los investigadores, se reforzó la producción nacional con la prohibición de Velasco del ingreso de medios extranjeros “alienantes”. Entonces aparecieron empresas momentáneas con la mira puesta en el negocio: “Era una producción precaria. Por eso, no tenía mucha duración. Tres o cinco números y desaparecía. Y surgía otra”, dice el escritor Juan Rivera Saavedra, quien hizo guiones para la revista “Soñadora”. “Uno se divertía haciéndolas”, agrega. Yvonne Frayssinet concuerda: “Todo era muy precario y casero. Una llevaba su propia ropa, se maquillaba sola. Y las hacíamos en un día. Eran historias románticas, no tan apasionadas, menos físico, con un vestuario más discreto. Lo vi como un cachuelo”.
Arriba: Meche Solaeche y Demetrio Torres (Cita con el Amor») / Miguel Ángel Flores y Anita Martínez («Cita con el Amor») / Chabuca Negrete incursionando en fotonovela / «Elvira conversa contigo» (Revista «Elvira», 1978); Alfredo Bouronde y Sonia Oquendo («Cita con el Amor»).
Pero este auge empezó a decaer a fines de los años 70: la TV acaparó el mercado y las revistas desaparecieron o se volvieron en el añadido de un periódico, mayormente tomadas de la pluma de Corín Tellado, pieza clave para que las fotonovelas tuvieran éxito, pues generó un mercado con historias de una fuerte carga sentimental y un erotismo insinuado.
En los 90, Contreras y Durand pierden el rastro a la fotonovela peruana, a diferencia de lo que pasó en México, donde se siguió publicando. Aquí, cayeron en el olvido y desaparecieron. Nadie se acordó de ellas. “Para mí, la fotonovela era bastante intrascendente. Incluso me resistía a hacer televisión. Soy un actor de teatro”, dice Édgar Guillén, quien protagonizó varias. Aunque ahora ve ese pasado lejano e irrelevante. Una visión y —valga la cursilería— un sentir contrario a lo de Contreras y Durand, quienes reposicionaron la fotonovela, intervinieron las viñetas y las exhibieron como una pieza artística y un registro documental. «Muchas muestran partes olvidadas de la ciudad. Nunca han sido vistas de esta manera. Y es bueno revalorarlas para que otras personas que aún conservan una colección sepan lo que tienen en sus manos, y no las consideren un desecho y que no terminen en la basura, como la colección de la fanática soltera de La Victoria».
Texto: Gonzalo Galarza Cerf / El Dominical de El Comercio (El artículo ha sido recortado).
Los felicito por este post que rememora a los actores de esa época. ¿Qué será de la vida de esos actores? Creo que Alfredo Bouroncle falleció hace años.. Anita Martinez, Adolfo Chuiman y Aurora Aranda han dado su aporte actoral a lo largo de muchos años y los tres han pasado por «Al fondo hay sitio»! Saludos
Interesante post. Yo soy un convencido de que el género como tal tiene valor en si mismo, aunque mucho de lo que se haya producido sea de muy baja calidad. Es el equivalente fotográfico del comic (que a diferencia de la fotonovela goza de mucho prestigio) y su valor está en su capacidad para desarrollar su propio lenguaje con sus convenciones y reglas, y no en su capacidad documental, que es algo accesorio.
Me parece que la nota se equivoca cuando dice que durante el gobierno de Velasco se prohibió la importación de fotonovelas mexicanas, pues fue en estos años (1974, 1975) que hubo un auge en la comercialización de éstas (recuerdo que se vendían principalmente 3 : «Cita», «Chicas» y «Cita…de Lujo», esta última llamada así porque se publicaba una vez al mes a diferencia de las anteriores, y con fotos a color y en un papel de mejor calidad), mas bien me parece que estas revistas demostraron que existía un público para estas publicaciones, lo que animó a algunas productoras nacionales a tentar suerte en este mercado (tan es así que «Cita con el amor» es una copia del logo de la revista mexicana). Esto sin contar la enorme producción de comics y revistas mexicanas que poblaban los kioscos en los 70’s : los comics de Novaro (incluido el satanizado Pato Donald), Aniceto, Hermelinda, Capulina y un largo etcétera. Además la fotonovela mexicana sirvió como soporte para el desarrollo de un «star system» de figuras que se hacían conocidas y posteriormente aparecieron en las telenovelas (Verónica Castro, Lucía Méndez, Andrés García, etc.), además de figuras consolidadas del cine mexicano como Silvia Pinal.
En lo que si estoy de acuerdo es en que la decadencia del género se acentúa con el auge de la telenovela.
Saludos.
PP
la mejor fotonovela era killing. habīa asesinatos,sangre y sexo.
Yo tengo muchas KILLING originales italianas, traducidas al español, y me gustarìa hacer un intercambio en formato digital,. Mi e-mail es jmont.209@gmail.com