El toque de queda en 1976 tenía en Lima amigos y enemigos, estos últimos ciertamente más numerosos. La mayoría de los jóvenes lo detestaban. Legiones de amas de casa lo agradecían. La policía la consideraba una aliada. Los empresarios y empleados de teatros, espectáculos, restaurantes, casas de cita, los dueños de prostíbulos y las damas que lo habitaban, lo aborrecían. Los hoteleros veían aumentar sus ingresos.
Estas eran unas de las conclusiones, algunas previsibles, otras curiosas, que arrojaba una amplia encuesta en la capital del Perú, la cual se hallaba bajo toque de queda desde el 10 de julio de 1976. Como consecuencia de los disturbios producidos ese día, el Gobierno de la Fuerza Armada implantó el Estado de Emergencia y fijó el toque de queda entre las 22 horas y las cinco de la mañana. La medida fue progresivamente acortada y regía a partir del 20 de agosto de 1976 entre la una y cinco de la mañana.
Aún así, la noche limeña era muy breve y producía modificaciones en la vida de cada limeño con excepción de los serenos que estaban más serenos que nunca y al cubierto de eventuales atracos.
En esa época, la experiencia de los capitalinos a la situación era escasa. En febrero de 1975, (foto, arriba) tras cruentos incidentes, también se impuso el toque de queda. Pero aquellas fueron jornadas de suma tensión en las que la ciudadanía se sintió protegida en sus hogares y, por otra parte, sólo fue mantenido 23 días.
Casi al mes de vivir bajo el toque de queda, un sector de la población se animó a traspasar los límites señalados. Fue entonces cuando se produjo el mayor número de detenciones. El 11 de agosto el gobierno lanzó un enérgico comunicado y reveló que las infracciones habían costado algunas muertes, varios heridos y muchas detenciones. Al mismo tiempo acentuó la presencia militar en las calles. Los díscolos comprendieron. Disminuyeron los incidentes.
Buen Parto en Mala Hora.
Los peatones que no tenían salvoconducto debían ostentar un paño o papel blanco en la mano y caminar sobre el centro de la calzada. Si no ofrecían una grave justificación iban a parar a la comisaría.
Lo mismo valía para los conductores, que debían transitar a un máximo de 30 kilómetros, llevar bajos los vidrios y encendidas las luces interiores. A César Martínez Romero, empleado, no le resultó posible cumplir tales indicaciones. Al cuarto día del toque de queda, según su relato, su esposa sintió los dolores anunciadores del parto. La pareja y el suegro fueron apresuradamente al automóvil, donde comprobaron que se había quemado la bombilla interior. Tomaron una vela.
Comenzó la marcha. Martínez Romero conducía, el suegro hacía flamear un diario con la mano derecha, mientras la izquierda sostenía la vela encendida y la señora gemía, abrazando su vientre. A poco andar, con los vidrios bajos, se apagó la vela. Pararon y volvieron a encenderla. El cuadro se repitió. Decidieron salir a oscuras y prender la vela cuando se acerquen a la patrulla. En esas ocasiones, Martínez Romero manejaba con una sola mano y con su diestra procuraba hacer pantalla sobre la vela. Los soldados veían extrañas contorsiones dentro del auto que, inevitablemente, avanzaba haciendo eses, se tranquilizaron, gritaron fuertes voces de alto, metralletas en ristre.
Bajaron los tres, temblorosos. No tenían salvoconducto pero valían como tales las miradas de angustia de los hombres y la ostensible gravidez de la señora. «Temíamos que la angustia pudiese alterar el parto, pero felizmente salió normal», dijo Martínez Romero.
Toma de noche desde el Crillón en La Colmena hacia la Plaza San Martín.
Una ciudad al galope.
Una hora antes del límite había nerviosismo general, todos corrían. Los impacientes y aquellos que sufrían detenciones eran los más presurosos, se perdía el fin de las películas o espectáculos, dejaban el postre en la mesa, eran perseguidos por los mozos para cobrar. Los automóviles volaban, no respetaban las señales y era la hora del día que registraba más choques.
Un taxista que en razón de sus confesiones ocultó su nombre, contaba: «Una hora y media antes la gente comienza a enloquecer, paga cualquier cosa, lo que uno le pida. Yo nunca me pierdo ese horario. Claro que es arriesgado. Ya van tres veces que no alcanzo a volver a tiempo y voy a parar a una comisaría hasta la mañana siguiente. Por suerte hasta ahora caí en comisarías distintas. En cada una de ellas me sermonearon y me advirtieron que si vuelven a verme la cosa será más dura».
El Prefecto de Lima, Coronel César Vinatea, expresó que el llamamiento que hizo el gobierno el 11 de agosto fue necesario «pues una parte de la ciudadanía buscó elasticidad allí donde no la había». Ello es comprensible, agregó, pero es indispensable comprender que estas medidas, necesariamente son rígidas y son para todos. Y relató su propia experiencia.
«Los primeros días fueron agobiantes para las autoridades. El trabajo era intensísimo, dormíamos sólo tres o cuatro horas. Al cumplirse la semana, salí de la prefectura siendo las 3.30 horas. Me desplomé en el carro, cerré los ojos, dí la dirección al chofer y quedé en sus manos. En eso sonaron los disparos. Salté, hice frenar en seco al conductor: ¿Qué pasó?, le pregunté. Nos pasamos la patrulla, contestó. No, tú te pasaste. Dio marcha atrás lentamente. Bajamos y me identifiqué ante el oficial. Este, sin embargo y como debe ser me exigió la identificación completa.
Señoras Contentas
Vinatea observó que a consecuencia de las disposiciones disminuyó sensiblemente el movimiento prefectural. «Cesaron los problemas de agitación social y de invasiones de tierras. El toque de queda dificulta las reuniones y movilizaciones clandestinas. Ello y la suspensión de garantías, incluyendo la suspensión temporaria de realizar huelgas ha tenido un efecto positivo sobre la producción». Señaló como otro hecho positivo un mayor diálogo hogareño entre padres e hijos: «Y es notable la incidencia hacia una mayor frecuentación entre vecinos, un aumento de la vida barrial».
¿Pero quiénes eran partidarios de los toques de queda? Le preguntamos. El prefecto respondió: «Aquí recibimos comentarios de las amas de casa. Tenemos testimonios de que muchos hogares con problemas se han arreglado. Las señoras indudablemente son partidarias» «¿Y los señores?», la respuesta fue una risa.
La Paz Limeña
El encogimiento de la vida nocturna y la prohibición de vender bebidas alcohólicas (el primer mes fue ley seca total, después se permitió hasta las 21 horas y desde el 20 de agosto hasta las 23 horas) impulsó una reducción drástica de ciertos delitos. Los maltratos que en enero fueron 12 en Lima Metropolitana, bajaron a 6 en julio y sólo se registró 1 en la primer quincena de agosto, según Manuel Bazul Torero, inspector superior de la Policía de Investigaciones del Perú. «Tomando los mismos períodos en cuanto a heridas con armas de fuego, heridas con arma blanca, homicidios, abusos y otros delitos también hubo un descenso significativo; aunque en ello influyó también la estación de invierno, que es siempre la más baja en estos casos. También cesó, o casi, la actividad de los llamados «buitres del amor», grupos o patotas que sorprenden a parejas en carros y en sitios apartados con fines de asalto y robo y a veces de violación. Cabe mencionar que en Lima la incidencia de todos estos delitos no es alarmante».
Adelmo Arcos Gonzáles, inspector superior de la policía a cargo de la división de robos, también verificaba un descenso en su área, pero si bien el «robo al sueño» decae, hay un aumento del diurno. El caso más curioso registrado en la división fue el de cuatro delincuentes que a las 20 horas del 9 de julio ocuparon una casa en La Rinconada, en las afueras de Lima. Ellos habían estimado que el asalto llevaría una hora. Pero el dueño de la casa se negó a dar la clave de la caja fuerte. En aquellos días el toque comenzaba a las 22 horas, de modo que pasó el límite y todos seguían ahí, entre amenazas y negativas. A la medianoche el propietario cedió y entregó sus bienes. Recién a las 5 horas y minutos de la mañana la banda puso a fin a su más larga jornada de «trabajo», huyendo en automóvil.
Arcos Gonzáles anota también que el toque hace perder una de las posibilidades de captura de un cierto tipo de delincuentes, aquellos fugados de establecimientos penales, que sabiendo que tarde o temprano volverán a la cárcel, derrochan rápida y ostentosamente el provecho de sus robos, lo que facilita su identificación en sitios nocturnos que ahora están cerrados o ya no son atractivos».
Los «Pijama Parties»
La obstinación de quienes no están dispuestos a abandonar sus hábitos noctámbulos, ha hecho nacer inéditas instituciones en la vida limeña, como las fiestas «de toque a toque» y los «pijama parties», Las primeras eran aquellas que proseguían sin interrupción hasta después de las 5 horas, cuando los visitantes dejaban la casa del anfitrión.
Las segundas sólo podían realizarse en moradas con varios dormitorios. Los invitados llegaban con maletines que guardaban ropas de dormir y cuando declinaba la jarana se acostaban. Podría pensarse que los «pijama parties» tenían una invariable y premeditada secuencia orgiástica, pero no siempre era así. Aseguraban los estudiosos de estas modalidades que muchas veces no se trataba de otra cosa que inocentes fiestas familiares. En todos caso era indispensable tomar precauciones, poner música baja y no levantar la voz, pues al estar prohibidas las reuniones de cualquier tipo, la alegre velada podía concluir tristemente en la comisaría.
Marinera nocturna, «El último apaga la luz».
Nadie hacía mayores esfuerzos por adaptarse que los empresarios de espectáculos públicos, el ramo obviamente más golpeado por la medida. La totalidad de los empresarios interrogados coincidían en señalar que los limeños salían tarde a divertirse y que, para ellos, la noche transcurría entre las 23 horas y las cuatro de la mañana.
Los salones de baile, discotecas y peñas, que recibían al público de las últimas horas, se vieron desérticas mientras el toque comenzó a las 22 horas. Fue inútil que adelantasen sus horarios a las 5 o 6 de la tarde. Cuando se corrió a las 24 horas y a la una los fines de semana, una parte del público regresó, pero la prohibición de servir bebidas alcohólicas después de las 21, anuló los consumos más rendidores.
Cambiando horarios, giros y roles, los empresarios buscaban recuperarse de las más variadas maneras. «Como el hombre se acostumbra a todo, también el público terminará por acomodarse a una noche más corta. Pero se tata de un proceso largo que, por lo mismo, todavía no se nota», dijo Johel Heredia, propietario del «Tambo Andino», un local que brindaba comida y espectáculos criollos de jerarquía solo por las noches. «Tuvimos que cambiar de giro instalando un bailódromo a precios populares. El primer día el personal no logró cerrar antes del toque y todos durmieron aquí, como pudieron. Este ensayo se inició con poca clientela y aún no hemos cubierto siquiera los gastos de publicidad. Pero hay una tendencia de ascenso y tenemos la esperanza de mejorar poco a poco. Cuando el toque se situó a la una y se permitió la venta de bebidas alcohólicas hubo un avance, y creemos que con una hora más, el negocio podría enderezarse».
Arriba: Discoteca «El Escarabajo».
Los pocos que concurrían a lugares nocturnos hacían lo que podían para alegrar la vida. «Las mayores víctimas son los artistas porque si los empresarios mudando de giro podemos subsistir, ellos simplemente pierden sus fuentes de trabajo, En Lima, para reunir ingresos razonables, los artistas tienen que hacer dos o tres actuaciones, una posibilidad que ya no existe», declaró un representante de artistas, quien explicó que viendo de superar el mal trance se están organizando giras al interior, donde no hay restricciones nocturnas.
Tulio Loza, conocido «show-man» peruano afirmaba que en los café-teatro el descenso no era muy grande, «pero en aquellos locales donde el margen era estrecho, que son la mayoría, esta caída los ponía al borde del hundimiento. Casi no había shows, gran parte de las peñas criollas cerraron, así que este conjunto de cosas se hacía durísimo para los artistas».
«El mejor deseo de los hombres de la televisión es que esto siga así», declaraba con amplia sonrisa un productor de TV enumerando sus motivos: «Aunque en julio no se hizo el rating, pues no era posible precisamente por el toque de queda, sabemos por otros medios que la sintonía ascendió el 20% o más, favoreciendo en la mayor proporción a las últimas horas. Allí están programadas con escaso avisaje que ahora reciben abundante publicidad y se hallan más que financiados».
Las Rameras Iracundas
Las prostitutas encuestadas comentaron el toque de queda con expresiones que ruborizaban a cualquiera. Ante la insistencia y el pedido de precisión estadística sobre reducción de actividades y de ingreso, las expresiones subieron de tono, las interrogantes blandieron las carteras y el periodista optó por la retirada, interpretando que el descenso debe ser sensible. Por vías indirectas se averiguó que así era y que a manera de insuficiente compensación las «madamas» rebajaron los alquileres de las habitaciones que alquilaban las que practicaban el antiguo oficio.
En las casas de cita la actividad estaba un tanto por debajo. Por entonces, en Lima un complejo de diez (!) moteles donde las parejas que ingresaban media hora antes del toque podían permanecer hasta las cinco pagando sólo un turno.
Las Armas Atentas
En esta emergencia la actitud del gobierno consistía en auscultar las reacciones de la población y en producir oportunas acciones para persuadirla a someterse a las disposiciones. Durante la primera quincena fue impresionante el despliegue de armas de guerra, incluyendo tanquetas. Minutos antes de las 22 horas y durante largo rato, en todos los barrios se escuchaban ráfagas al aire como recordatorio, aunque también debido a conductores que no acataban a tiempo la voz de alto. Luego, son menos los disparos, las tanquetas y las patrullas. Se acortaba en dos horas -y tres los fines de semana- la vigencia del toque.
Pero a fines de julio, tras las Fiestas Patrias se comprobaba un relajamiento. Volvía a intensificarse el despliegue de la fuerza pública, hasta que producida la reacción que se buscaba, se retraía y se concedía una hora más a la noche.
Un factor de persuasión es que los limeños pudieron contemplar la gravedad que podía tener la desobediencia. Por ejemplo, la impresionante y aterradora escena en la avenida Brasil, donde quedó expuesto un automóvil acribillado a balazos, un charco de sangre en la calzada, fue virtualmente vista o comentada por todos los limeños. Las autoridades militares no sólo no deseaban ocultar a las víctimas de haber desafiado el toque de queda, sino también querían demostrar que el toque de queda debía ser acatado rigurosamente.
Para los amantes de las noches largas, la consigna era pues, paciencia. Los optimistas razonaban que este periodo obraría como una cura de reposo en la que acumularían vigor para desfogar apenas se levante el toque de queda.
En la primera imagen, en la puerta y ventanas de la casa tonera, se usa carpintería metálica en la que se fijaban los vidrios con masilla. Antes de eso se usó madera y después aluminio.
A notar también detrás de la ventana las persianas metálicas horizontales que recuerdo que, cuando se doblaban, hacían un sonido muy fuerte…
Johel Heredia, mencionado aquí, fue luego propietario del Jonel’s (?) un cafe teatro en Miraflores y uno de los primeros amantes-machucafuertes de Gisela Valcárcel. Durante esos tiempos de toque de queda mi vecino, el padre, esperaba a su hijo regresar afuera de su casa, y el desgraciado llegaba faltando siempre un minuto para el toque, las bataholas que se armaban!!
Yo recuerdo una vez que retornamos de una fiesta en un taxi con un amigo 5 minutos despues de iniciado el toque de queda y la mama lo bajo del carro a golpes y lo metio a la casa tambien a golpes….
Y otra cosa: para los que vivimos esos tiempo, el Perú de la revolución peruana se moría, ArkivPerú hizó ya excelentes crónicas del paro policial de 1975 y la descomposición social de esos años, pero entre 1976 y 1978 los milicos solo gobernaban a sangre y fuego, paros sindicales, escasez de alimentos, vedas, repulsa al dictador Morales Bermúdez, violencia militar; en 1977, en plena eliminatoria mundialista defaulteamos y el MEF fraguó cifras para la visita del FMI (obvio fueron descubiertos), pero vaya que fueron tiempos turbulentos. Los milicos golpistas ya sabían que el paía se hundía y se aferraban a su poder como podían.
Está cuestión de los toques de queda en nuestro país por la pandemia gripal o del covid-19 no se compara con lo que aconteció en esos años
Mi hermano Mario nació una noche de toque de queda. Recuerdo a mi padre amarrando una bandera blanca en lo que era la antena de la radio del viejo Dodge celeste del 49 y a mi madre subir en la parte trasera. En casa nos quedamos mis hermanos mayores, los menores y yo el del medio sin saber qué iba a pasar; afortunadamente todo salió sin complicaciones y dos días después tuvimos en casa a mi madre y al nuevo hermanito que hoy es un ejemplar padre de familia.
Espero que puedan, obetiva y apoliticamente, responder a mi pregunta: Peru tiene una constitucion que existe desde 1993, verdad? Acaso dicha magna carta permite los toques de queda o estados de sitio/emergencia?
Sí están expresamente previstos. En un estado de emergencia, se puede restringir los derechos a la libertad personal, inviolabilidad de domicilio, libre tránsito y de reunión.
En consecuencia, la Constitución permite que se declare toques de queda.
Y la clasica voz de Ivan Marquez en radio Panamericana cuando a las 10 pm anunciaba: Son las 10 de la noche y ha iniciado el toque de quedaaaaa!!!!!
En los toque de queda de los 80s no habia tanto miedo, no habia transporte público tarde por suerte vivia en Lince o tomar uno o dos buses que me dejaran a una distancia de la que podia llegar caminando. Cuando salia de la fiesta todo estaba silencio y vacio, faltando 15 minutos para medianoche todas las calles se llenaban de carros, recuerdo que una vez llegé faltando 5 minutos. Otra vez estaba por salir de la fiesta pero un amigo me dijo que me quedara un rato más que me iria con el a su depa que alquilaba con su hermano, dado que eran de provincias. Ya eran como las 11:30 le dije a que hora nos vamos, me respondió que ya era muy tarde, así que tuvimos que pasar el roche de ser los únicos que nos quedamos. No tenia telefono en casa, todo un roche al día siguiente. A inico de los 80s si habia transporte público toda la noche, solo cuando se sentia el efecto de SL en Lima y se instauraron los toque de quedas, estos desparecieron a pesar que ya no habia toque de queda incluso cuando se logró controlar el terrorismo.
Recuerdo la triste historia que me conto mi madre sobre el hijo de su jefe que al estar ebrio fue acribillado con su amigo en moto tras no acatar la voz de alto. Cruda y dura historia.
En este foro, el tema del toque de queda impuesta por la dictadura militar en Lima por el año de 1976, ha sido abordada teniendo en cuenta solamente las consecuencias que afectaron negativamente a los diferentes sectores de la población; pero nadie ha manifestado, cuales fueron las causales que motivaron a la dictadura de ese entonces imponer el toque de queda, yo que soy de esa época, recuerdo que en ese año, hubo una rebelión de oficiales en el ejercito peruano que posteriormente fue apagado por la dictadura, este tema esta un tanto en el vacio, por favor si alguien pudiera esclarecer con mas amplitud este tema. Gracias