Ernő Rubik en Lima, con las manos en su nuevo invento (1982).

Para los chinos el cubo es peor que el opio: la élite del Partido Comunista Chino lo prohibió aduciendo que «propicia el ocio y entorpece el trabajo». Y es que los chinos ya están con los ojos cuadrados de tanto manipular el artefacto de marras (300,000 cubos son vendidos al día). Sin embargo, «cubistas del mundo uníos» claman en Budapest en la la Olimpiada de Cubistas. En tanto, en Lima, Rubik constataba que el cubo, sin ser causa del desempleo; es más popular que su inventor…

Cuando Ernő Rubik, apareció en Lima, desconcertó tanto como la criatura de su invención: el diabólico «cubo mágico». Sencillo y complicado ala vez, parecía un inofensivo turista europeo, a lo más un playboy a lo Polanski, y no el renombrado matemático de fama mundial que es. Y como su cubo, el húngaro Rubik desconcertó también con sus opiniones: “Para mí, más que las posibilidades del cubo, lo más importante es el descubrimiento en sí mismo”.

«National Rubik’s Cube Championship» (USA) – 7 de Diciembre de 1981

¿Quién era ese hombre que decía que las cosas más serias se deben hacer jugando? ¿Qué hacía en la vida al margen de su descubrimiento? Un contingente de “cubistas” y periodistas se lanzó tras sus huellas.‘ El “Frankenstein” del monstruo multicolor que muchos bautizaron como la “jaqueca húngara” o el “cáncer del desempleo”, paciente como todo matemático que se respete, se sometió a las reglas del juego del periodismo. Y Rubik descubre el primer misterio: para él, su cubo es como el universo que un día se arregla y otro se descompone, pero siempre queda la posibilidad de «armar» todo de nuevo. Y así siguió mostrando su verdadera cara…

En Lima, Rubik constató que la computadora tardaría 1,4 millones de años en resolver todas las posibilidades del cubo.

Rubik tenía 38 años y nació en Budapest, Hungría. Su padre era ingeniero mecánico y renombrado creador de más de 26 tipos de planeadores. Su madre era poetisa y artista: “La presencia conjugada de estas dos impulsiones –decía Rubik mientras cambiaba de mano su infaltable cigarrillo– la técnica y las artes, han sido para mi un factor determinante”. Al principio se inclinó por las Bellas Artes: dibujó, esculpió y pintó mucho, pero lo que encendió más su inspiración fue la técnica. Acto seguido atacó su insaciable talento en la Universidad de Enseñanza Técnica de Budapest donde se graduó como arquitecto en 1967.

“Diploma en mano –cuenta Rubik-– en su inglés muy fluido– e insatisfecho con mi formación, continué estudios en la Escuela Superior de Artes Decorativas”. Desde entonces permaneció ininterrumpidamente dedicado a la enseñanza de planos y construcciones, diseños, estudios de forma y geometría descriptiva. “Aún hoy enseño –explicó Rubik– y no deseo cambiar de actividad”. Casado con una arquitecta, Rubik era desde hace tres años padre de Ana, quien todavía no podía resolver el cubo mágico pero sí jugaba con el nuevo invento de su padre, «La Culebra».

Quizás el secreto del éxito de Rubik hayan sido los lazos permanentes con la juventud «que nos ayudan a mantenernos jóvenes de espíritu” y lo dotan de una permanente capacidad de asombro; y, por otro lado, su concepción de que las cosas más importantes se hacen jugando «porque son las más serias y optimistas». Lo cierto es que le gustaban sobre todo los juegos en los que el adversario verdadero era la naturaleza misma… sus misterios… descifrables”.

Rubik hace muestra de sus habilidades a los niños limeños.

Acosado por preguntas ineludibles: ¿Cómo ha sido posible? ¿Cómo se puede descubrir algo nuevo?, Rubik sentenció «no creo en recetas». Y como lo viene repitiendo hace un año, cuando se convirtió en el húngaro más famoso del mundo después de Zazá Gabor, dijo: «El nacimiento de algo nuevo es en sí mismo el verdadero milagro, lo misterioso, lo inasible y, lo excitante. Lo cierto es que hace falta buscar y observar lo que hallamos. Lo
demás, aunque menos poético, es más importante: trabajar”.

Para «armar» el «Cubo Mágico» era típico despegar los stickers y acomodarlos según el color.

El cubo nació porque a Rubik le intrigaba la extraordinaria riqueza de las posibilidades del espacio y su repercusión sobre el hombre. Para él, situarse en “la tierra de nadie” de las ciencias y las Bellas Artes es una noción estrechamente ligada a la noción
misma del juego: “El juego es una parte de nuestra esencia humana y refleja nuestro propio universo”.

Aunque no le interesaba precisar la fecha del nacimiento de sus ideas admitía que “lo sorprendente fue cuando descubrimos que teníamos algo nuevo”. Después buscó un socio y se hizo millonario en un abrir y cerrar de ojos.

Aparte de más de 60 libros escritos en una docena de idiomas sobre el cubo y descontadas las imitaciones, Rubik era, desde 1981, noticia de primera plana por donde se inoculó el
intrincado artefacto. En Lima, la Corporación Crisálida daba cuenta de varios miles de cubos vendidos hasta en los pueblos más remotos del país y como resultado ineludible, un campeón:
Eduardo Valdivia, 21 años, capaz de resolver el cubo en 28 segundos. Récord que pondría a prueba frente a los mejores cubistas del mundo en Budapest el 5 de junio de 1982 en las Olimpiadas de Hungría.

Mundial de Cubo Mágico en Budapest (1982). El representante peruano Eduardo Valdivia Chacón quedó en el puesto número once.

En Lima, Rubik no pudo con Valdivia pero sí se dio el gusto de aplastar una computadora, que los cubistas programaron especialmente para que el arquitecto húngaro se ponga los guantes: «Confirmado –dijo Rubik– a-las computadoras les falta mucho para colmar las posibilidades de un cubo… hasta yo soy más rápido». (Rubik lo resolvió en un’ minuto y medio).

Fuente: Caretas